martes, 5 de abril de 2016

Evolución

El frío se cala en los huesos a pesar de todas las prendas que llevaba puestas, la luna llena ilumina los rincones de la plaza y el reloj del campanario da las diez de la noche. 
El fuego surge del fondo del recipiente de hierro dispuesto para acogerlo, y las ramas de vid prenden con increíble facilidad.

El frío ambiental no es algo puramente literal, sino es algo trascendental y que en estos días he descubierto con cierto grado de horror, y es el frío en mi interior, en mi corazón y, lo que quizás sea peor, en mi alma. Descubro con estupor como mi corazón se siente vacío y mi alma se siente huérfana, ajena a la trascendencia y al encuentro íntimo con el Creador, una certeza que me entristece y me preocupa, la ausencia de fe.

La huida del dolor, de la frustración, de la impotencia, de los errores fue tan precipitada, que apenas dió tiempo a hacer las maletas, a cargar en ellas algo que creía esencial y fundamental en mi vida.

Puede que no sea algo nuevo, que esta experiencia de ausencia y de vacío ya fue experimentada hace unos años, donde me encerré en mí mismo, me envolví en la armadura y aislé mi corazón y mi alma del amor y de la fe. Son conceptos que ignoro si han de ir de la mano, pero es obvio que un corazón que no ama, es un corazón que difícilmente puede alojar a la fe. Aunque hablar de no amar puede ser un tanto exagerado, puesto que evidentemente amo. Amo a mi hijo, a mí madre y a mis hermanos, también siento amor por mis pocos amigos. Es el amor romántico el que permanece como un viejo desconocido, el que creo que no siento, y que cuando rebusco en ese espacio donde se supone debería estar, aparece un recuerdo, y el recuerdo es doloroso por multitud de razones, todas ellas frutos del orgullo y el miedo. Creo haberlo comentado anteriormente, pero es increíble cómo de estúpidos podemos llegar a ser, cómo experiencias anteriores condicionan y nos hacen tomar decisiones de las que luego nos arrepentimos. Podría decir que yo huí del amor (romántico).

Las huidas suelen ser alocadas, improvisadas, fruto del miedo, o de la cobardía... "Huir es de cobardes", cierto, pues lo valeroso hubiese sido ponerse en las manos de la serenidad, en el corazón de la paciencia y en el alma del amor por encima de las diferencias. Cuando huimos sin buscar soluciones, pensando que la huida es la solución, nos estamos equivocando, pues nunca huir es la opción.

Otra cosa sería el "marchar", el "dejar ir", el "despedirse", desde la tranquilidad, serenidad, diálogo y madurez, hablando las cosas y cerrando las posibilidades, actuando desde el valor de afrontar los fracasos o desde la valentía de sobreponerse a las adversidades y buscar juntos soluciones y nuevos caminos para recorrer de la mano.

Evidentemente son ideas y pensamientos a los que uno llega y concluye desde la distancia y tras la cortina del tiempo, lo que da una perspectiva diferente y sosegada, aunque no exenta de dolor cuando descubres que las cosas podían haber sido diferentes.



El símbolo celta del trisquel pasará a formar parte de mi piel, será de una manera altamente significativa, y por qué no decirlo, algo improvisado. Pero aferrándome a su simbología busco sintetizar en él lo que deseo para mi.


" Según la cultura celta, el triskelion representa la evolución y el crecimiento, el equilibrio entre cuerpo, mente y espíritu. Manifiesta el principio y el fin, la eterna evolución y el aprendizaje perpetuo. Entre los druidas simbolizaba el aprendizaje, y la trinidad PasadoPresente y Futuro." (Wikipedia)

Lo logré en varias ocasiones en el pasado, la última fue de "tu" mano y recorriendo el Camino, encontré la paz y el equilibrio que hizo de mi alguien mejor , alguien que escapó de una parte de su pasado, rescatado por ti en aquel presente y que soñaba (y me descubro soñándolo aún) con compartir juntos el futuro.

La lectura final es la del aprendizaje, la de descubrir que el camino del peregrino vital está lleno de altibajos, que obliga a volver la vista atrás para descubrir si el sendero que se ha seguido es el que lleva al mismo final, o si por lo contrario nos aleja irreversiblemente del mismo. El frío del corazón y del alma buscan ansiosos el calor reconfortante y la tranquilidad que serene el espíritu , y eso, no hay lugar a dudas, es un trabajo personal, intransferible, duro y complicado, pero para nada, imposible.

A pesar del frío, avanzo paso a paso, porque eso me acerca hacia dónde debo llegar, oriento mis pasos hacia dónde anhelo ir. Y aunque sigo maldito por tu recuerdo imborrable y diario, no protesto porque eso me indica que llegaste más hondo de lo que ni tú ni yo creíamos, porque de saberlo, otro gallo nos hubiera cantado.



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