sábado, 6 de julio de 2013

Empezar


Mientras las campanas de la iglesia indican la temprana hora, yo ya llevo casi una hora despierto. Extrañamente he dormido 6 horas seguidas, y el intervalo de 4 a 6 de la madrugada esta noche lo he podido dormir, pues ya es habitual estar despierto a esas horas, el insomnio me vence de forma automática y me visita de forma terriblemente puntual.

Las cuestiones económicas siguen girando y girando, manteniendo despierta mi preocupación, ideando formas de conseguir avanzar un día más, y ahora en verano me temo que la situación volverá a tornarse complicada, y eso que acometimos cambios radicales hace casi un año, a mi regreso de la experiencia peregrina.

La verdad es que las cosas han cambiado en algunos aspectos, y no por falta de voluntad, las circunstancias han ido venciendo. Sinceramente, mirándolo hoy, no se si estoy en mejor o peor situación que hace un año.

Recuerdo un día en una terraza del sur de la isla, reflexionando sobre esto mismo, pensando en la necesidad de aplicar de una vez por todas cambios profundos en mi vida. En mi primer artículo de este blog lo rememoro. Y ahora, revisándolo, solo pocas cosas han cambiado.

Para empezar sigo sin encontrar mi capacidad de decidir valientemente sobre aspectos que supongan un cambio muy radical en mi día a día. Me siento responsable de muchos, me siento en compromiso con algunos aspectos de los que no puedo renegar. Esa obligatoriedad la pueden confundir con comodidad, ese compromiso con mis obligaciones personales y profesionales la pueden mal entender como que estoy en una situación acomodada. Que es más fácil estar así, al abrigo, que tomar la determinación de cambiarlo.

No se si logro expresarme claramente... explicarlo más en detalle sería revelar aspectos más personales e íntimos que no hay necesidad de exponer en estos medios. La idea central de todo esto es que no estoy acomodado, aunque lo parezca, es que me siento responsable y obligado para con esas responsabilidades, y que no soy ningún vividor. Quizás han confundido o no conocen las motivaciones y razones de decisiones que tomé en el pasado, y eso ha podido crear un prejuicio sobre quien soy realmente. Prejuzgar o juzgar sin estar en posesión de toda la información, o sin contrastarla, suele ser uno de nuestros peores errores.

Pragmatismo no está reñido con los sentimientos. Si mi corazón me dicta una cosa de forma clara, he de ser consecuente con él, no puedo ir en contra de lo que siento, pues al fin y al cabo, siempre viviré conmigo mismo y con las consecuencias de mis decisiones. Cada vez que decidimos algo, esa decisión lleva implícitas cosas buenas y otras no tanto, pero esas últimas son más llevaderas y se asumen mejor porque la decisión que la ocasionó fue hecha desde el corazón.

A ti, que de forma consciente, o por puro azar lees estas líneas, te invito a que pienses si las decisiones que tomas en tu vida son tomadas desde el corazón o no. Cierto que todo precisa de un razonamiento, de un estudio y de aplicar una balanza que nos ayude a decidir, pero en ocasiones, quizás, nos autoconvencemos de que la razón ha de prevalecer sobre el corazón, y cuando eso ocurre, se produce una dura batalla entre ambas.

Todo es empezar.... empezar de nuevo a tomar decisiones que estén en consonancia con lo que sentimos, que nos acerquen a lo que deseamos y que, como objetivo fundamental tienen el alcanzar la felicidad, esa meta que cada uno se propone alcanzar en su Camino.




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